domingo, 2 de octubre de 2011

La Sagrada Comunión


El momento más importante de la Santa Misa es la Consagración, el vino y el pan ofrecidos dejan de ser lo que son y por el amor tan grande que Dios nos tiene se convierten en Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor y es justo cuestionarnos si le damos a este regalo de la bondad de Dios la importancia que se merece.

Recordemos la escena de la institución de la Eucaristía en el cenáculo, Cristo pronuncia las palabras que el sacerdote dice en la Consagración y es Cristo mismo quién reparte el Pan y el Vino, por otra parte el sacerdote ha sido consagrado para celebrar la Santa Misa, él es el único "ministro de la Eucaristía".

La instrucción REDEMPTIONIS SACRAMENTUM establece algunas observaciones sobre este asunto tan importante, en el número 157 se instruye: "Si habitualmente hay número suficiente de ministros sagrados, también para la distribución de la Sagrada Comunión, no se pueden designar ministros extraordinarios de la sagrada Comunión. En tales circunstancias, los que han sido designados para este ministerio, no lo ejerzan. Repruébese la costumbre de aquellos sacerdotes que, a pesar de estar presentes en la celebración, se abstienen de distribuir la comunión, encomendando esta tarea a los laicos."

Y es que este tema está adoptando niveles muy preocupantes en Bolivia, cuando sólo deberían participar l@s ministr@s en caso de que la Misa tenga que alargarse en el momento de la Comunión por una cantidad considerable de fieles y no sólo por el hecho de que se les ha encargado el ministerio y es "casi" obligatorio que lo hagan en todas las Misas, repartiendo la Comunión en la mano que, por cierto, no está prohibido pero al repartir de esa forma deben asegurarse de que la forma haya sido consumida. Además, en alguna parroquia se puede observar a señoras "ministras extraordinarias" con algún distintivo que se les impone antes de que repartan la Comunión y algo que llama mucho más la atención, que lleven traje negro con blusa blanca, esperemos que no sea con algún fin de asemejar el uniforme talar de los sacerdotes. (Gracias a Dios que esto que aparentan las señoras está a años luz de la realidad).

Este tema que sólo es una de las cosas que debemos cuidar en la Comunión nos debe llevar a una reflexión sobre el modo en el que vivimos la Santa Misa, centro de la vida del cristiano, pues es a Dios mismo al que vamos a recibir. Que nunca se vuelva costumbre recibirle, sino que cada vez pongamos más amor para tenerlo junto a nosotros y ayudar a que nuestros hermanos también lo reciban como se merece y no aceptemos que la Comunión sea "como venga".

Pongamos primero de nuestra parte para recibir a Dios en las mejores disposiciones, estando en gracia de Dios, observando el ayuno eucarístico, acción de gracias durante un tiempo prudente, etc. Y, lo más importante, pidamos a Dios que siempre le recibamos con amor y respeto.